El
mordisco me quemó y atravesó la piel. Después un frío de acero
entró en mi y sentí que me vaciaba y me hacía cada vez más débil
y borrosa. Desperté gritando y apareció mi madre como de la nada:
duérmete, solo ha sido un sueño. Regresó a la nada y me llevé la
mano al cuello palpando dos agujeros que me mancharon los dedos de
sangre caliente. Los chupé y noté que el dulzor rojo revivía
partes de mi. Quedé entera a medias; medio vacía o medio llena y caí rendida en un sueño profundo del que no sé si me he despertado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario