lunes, 6 de abril de 2015

Mi sangre.

El mordisco me quemó y atravesó la piel. Después un frío de acero entró en mi y sentí que me vaciaba y me hacía cada vez más débil y borrosa. Desperté gritando y apareció mi madre como de la nada: duérmete, solo ha sido un sueño. Regresó a la nada y me llevé la mano al cuello palpando dos agujeros que me mancharon los dedos de sangre caliente. Los chupé y noté que el dulzor rojo revivía partes de mi. Quedé entera a medias; medio vacía o medio llena y caí rendida en un sueño profundo del que no sé si me he despertado.

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