martes, 24 de marzo de 2015

Cuestión de fe.

Mi hermana pequeña se había creído la fantasía de que los gnomos existen. Los buscábamos emocionadas detrás de las ramas, entre matorrales, debajo de troncos… Para que no decayese la esperanza, cada tanto, yo fingía haber visto el pico de algún gorro rojo salir corriendo. Ella empezaba a dudar y para mi cada vez eran más reales. De pronto, uno de ellos saltó asustado delante de mis propios ojos; me miró sin pestañear, puso el diminuto índice delante de los labios y desapareció dejándome conmocionada y muda para el resto del día. Nunca más me atreví a creer tan firmemente en mi imaginación y volvimos a casa, las dos, aparentemente desilusionadas.

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