Mi ex marido se dormía abrazado a mis pechos como si fuesen
a robárselos. Se agarraba a ellos con una pasión desesperada que yo observaba
con curiosa distancia. Cuando le daba el pecho a nuestro único hijo, él se
quedaba mirando con estupor catatónico y en la cama solía chuparme como
deseando succionar la leche. Las veces que lo largaba a dormir al sofá se
chivaba a su madre con voz de niño mimado y el día que le pedí el divorcio se
avalanzó sobre las tetas llorando y suplicando, preguntándose con profunda y
sincera emoción por qué a él, por qué le había tenido que tocar una mujer tan
fría y poco maternal. Me fui con la esperanza de llegar a entenderlo algún día
pero será la falta de sensibilidad porque sigo igual.
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