lunes, 2 de marzo de 2015

Yo pecador.


Cuando el cura le puso delante su primera hostia consagrada rogó al Todopoderoso que le ayudase a recordar la palabra que fatídicamente había olvidado y acto seguido escuchó susurrar a una señora; "vengo en un santiamén". Convencido del milagro y con gran alivio dijo "amén" pero ya nunca más se le quitó la culpa por haberse comido después y a traición el cuerpo de su hijo Jesucristo, que el sacerdote, con espeluznante sonrisa diabólica, le posó sobre la lengua.

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