lunes, 22 de diciembre de 2014

La canica.


La curiosidad del niño que miraba la canica rodar y rodar le llevaba a estudiarla observando las formas de colores del interior, comprobando si rodaría igual sobre la madera del salón que sobre la baldosa del pasillo. La miraba pensativo, con cierto gesto de fastidio. De repente se levantó del suelo con decisión, cogió el martillo del padre y la golpeó con todas sus fuerzas. Aquello no aclaró nada pero él durmió a pierna suelta convencido de que las canicas rodaban porque sí, tal como había dicho su padre.

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